Tras la cumbre del G7 en Francia vimos en los medios de comunicación una enorme esperanza sobre la posibilidad de nuevas negociaciones entre Estados Unidos e Irán, y que el presidente del régimen, Hasán Rouhani, se pueda reunir con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en las próximas semanas.
Pero los acontecimientos recientes han demostrado que este parece ser un plan cuidadosamente elaborado por el régimen de Irán para engañar a Occidente y escapar de la fuerte condena del G7 y nada más, plan que además tuvo éxito.
El pasado lunes 26 de agosto, Rouhani hizo comentarios en el sentido de que está dispuesto a negociar e incluso reunirse con cualquiera si eso podría ayudar al “desarrollo de su país y resolver los problemas de la gente”. Esas palabras se usaron durante la rueda de prensa Trump-Macron tres veces ante la posibilidad de tal reunión.
Una vez que el G7 terminó sin palabras fuertes contra el régimen, Rouhani volvió a la posición predeterminada del régimen. “Buscamos resolver los problemas y resolver los problemas de manera razonable. Pero no buscamos fotos”, dijo Rouhani en un discurso televisado el martes. “Si se levantan todas las sanciones, y se inclinan respetuosamente ante la nación iraní, entonces las condiciones serían diferentes”.
La estrategia de Teherán es arrastrar el tema y ganar tiempo para que el régimen pueda sobrevivir a la administración Trump. El régimen no tiene la capacidad ni la voluntad de cambiar su comportamiento, es decir, abandonar su programa de armas nucleares, poner fin al terrorismo patrocinado por el estado, detener el comportamiento desestabilizador en la región y respetar los derechos humanos en el país.
Hoy, el espejismo de alcanzar una solución negociada con los mulás parece aún más lejano.
La estrategia del régimen también se centra en ocultar internamente su debilidad total y la crisis de corrupción que enfrenta en su país a medida que la disidencia continúa en todo el país y las Unidades de Resistencia de la OMPI/MEK ganan impulso.
La mejor política sería mantener e incluso aumentar la presión sobre el régimen y no dar a los mulás espacio para respirar, mientras que el pueblo de Irán busca ajustar sus cuentas con los clérigos gobernantes.