Fuente: The Washington Times, EDITORIAL
El verdugo en su mayoría no tiene más trabajo en la mayoría de países occidentales. Incluso en los Estados Unidos, donde varios estados buscan maneras más “compasivas” de matar, la pena capital no es tan popular como solía serlo.
Los mullahs en Irán siguen tan entusiastas como siempre en encontrar la “justicia” en las cuerdas de ahorcamiento. Grupos de derechos humanos internacionales elevan sus protestas, pero los mullahs no demuestran misericordia sino continua represión, incluso cada vez más fuerte.
El estado iraní ha ejecutado a 176 hombres y mujeres en lo que va de año, algunos de ellos izados a lo alto del brazo de una grúa de construcción. Tomarse el trabajo de construir una horca es aparentemente demasiado.
La tasa de ahorcamientos se ha incrementado agudamente en el último año, cuando los mullahs decretaron esta pena para 500 de los 625 condenados a muerte. Nadie afuera sabe con exactitud la cifra, y la espantosa estimación fue hecha por un reporte este mes de la Comisión para los Derechos Humanos de Naciones Unidas.
Demasiado para la esperanza de un Irán más amable y gentil de parte de Hassan Rouhani, elegido presidente el pasado junio.
La muerte es exigida por defensas consideradas indignas de pena capital en otros lugares. Traficantes de drogas obtienen como castigo la soga, como le ocurrió a Afshin Darvazi en diciembre pasado. Hadi Rashedi y Hasehm Shabani, de la región montañosa de Zagros, fueron ahorcados por un crimen llamado “enemistad con Dios” eufemismo para actos contra el régimen.
Farzaneh Moradi, quien fue casada cuando niña, confesó bajo coacción que asesinó a su esposo. Intentó revocar su confesión, de acuerdo al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, pero la corte no lo permitió. Caso cerrado. Fue ahorcada en la prisión de Isfahan el 4 de marzo.
Incluso Corea del Norte, donde la brutalidad es el deporte nacional, algunas veces ofrece una muerte rápida, con una bala en la cabeza en vez de un agonizante fin, agitándose como un pez en el anzuelo.
El Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon emitió una reprimenda cuidadosamente redactada al gobierno por el incremento en el conteo de cadáveres. “La nueva administración no ha hecho ninguna mejora significativa en la promoción y protección de la libertad de expresión y opinión” aseguró, “a pesar de las promesas hechas por el presidente durante su campaña y su toma de posesión”.
Los mullahs insisten que la aplicación liberal de la horca le hace al mundo un favor. La creciente tasa de ejecuciones es un “marcador positivo de logro iraní” y un “gran servicio a la humanidad”, dice Mohammad Javad Larijani, líder del Concejo de Derechos Humanos de la Judicatura Iraní.
Observadores de derechos humanos, quienes se confesaron ellos mismos choqueados por la declaración de que deshacerse de ciudadanos con una tortuosa forma de ejecución es un “logro”, urgen a Teherán a declarar una moratoria en las ejecuciones.
Irán se aferra a crueles castigos del pasado a los que muchas otras naciones del mundo han renunciado y esto representa una afrenta a la civilización. Los dirigentes de línea dura del país agitan los puños a enemigos extranjeros, reales e imaginados, pero guardan sus peores barbaridades para su propia gente.