Muchos medios occidentales están presentando estos días la guerra civil que con tremenda violencia ha resurgido en Irak como un enfrentamiento entre las fuerzas del Gobierno de Nur-al- Maliki, el primer ministro chíita, y el grupo terrorista suní Estado Islámico de Irak en Oriente, el llamado ISIS por sus siglas en inglés. Esta descripción del conflicto es excesivamente simplista y omite varios elementos esenciales para una adecuada comprensión de la situación. En primer lugar, hay que tener presente que el Gobierno de Maliki es obscenamente corrupto y fruto de unas elecciones en absoluto limpias y democráticas. Además, Maliki concentra un inmenso poder monopolizando personalmente la defensa y la seguridad y comportándose a efectos prácticos como un dictador, sin ningún respeto por el pluralismo político y religioso ni por los derechos humanos, lo que ha soliviantado gravemente a la mayoría de la población de las zonas ahora levantiscas, que es de confesión suní. Por otra parte, el actual Gobierno de Irak actúa sin apenas disimulo como una marioneta del régimen teocrático de Irán y persigue ferozmente a los miembros de la oposición democrática iraní residentes en el Campo Liberty, a los que niega suministros, asistencia médica y protección frente a los mortales ataques que sus propias tropas les infligen bajo sus instrucciones.
De hecho, el levantamiento que ha tomado algunas importantes ciudades, Mosul entre ellas, y que controla ya una parte significativa del territorio de Irak, está formado básicamente por tribus locales sunís, hartas de los abusos y atropellos de Maliki. Por supuesto, grupos del ISIS se han infiltrado aprovechando la confusión creada, pero no son ni mucho menos los protagonistas ni los líderes de este movimiento de protesta. Aunque el Gobierno iraquí intenta confundir a las potencias europeas y a Estados Unidos sobre la auténtica naturaleza de la revuelta, existen numerosos testimonios sobre el terreno que avalan la falsedad de la versión oficial sobre los acontecimientos. Las noticias indican que Maliki está preparando su huída y camiones blindados han transportado miles de millones de dólares desde el Banco Central de Irak en Bagdad a la Zona Verde para ser transferidos con toda probabilidad a Teherán.
El podrido régimen de Maliki tutelado por los siniestros ayatolás iraníes está llegando a su fin y dejará tras de sí un país sumido en la violencia y el caos. La salida a este desastre, que pone en evidencia una vez más el inmenso error que fue la invasión decidida por George W. Bush, es la formación de un Gobierno transitorio de concentración, democrático y no sectario, que ponga orden, prepare una elecciones supervisadas por observadores neutrales y acabe de inmediato con las interferencias de Irán. Los intentos de mantener a Maliki en el poder serán una nueva equivocación de Washington, que sólo contribuirá a prolongar la agonía de un pueblo agotado por el sufrimiento y hará la solución final cada vez más costosa.
Fuente: vozpopuli