Fuente : CTXT
Una visión excesivamente optimista del acuerdo con Teherán es intrínsecamente errónea. Este ha allanado el camino para levantar las sanciones pero el país necesita inversiones masivas
MOHAMMAD AMIN
PARÍS | 14 DE OCTUBRE DE 2015
¿Abrirá el acuerdo nuclear un camino de aproximación más amplio entre Irán y Occidente? Algunas capitales europeas y norteamericanas han apostado por fortalecer los lazos económicos como método para atraer a la teocracia a respetar las normas internacionales. Con la expansión del comercio y el intercambio, dice la teoría, Teherán gradualmente consentirá el orden internacional prevalente, cambiando moderadamente su comportamiento y abandonando permanentemente sus viejos hábitos destructivos, incluyendo su insistencia en el armamento nuclear. Pero esta visión excesivamente optimista es intrínsecamente errónea.
A pesar del esperanzador optimismo la economía y la política iraníes no son un epítome de estabilidad y fuerza, que es lo que necesita el capital extranjero. Con crecientes demandas populares y la incapacidad de la élite dominante de satisfacerlas, la inestabilidad política en Irán irá al alza. Las facciones internas del régimen en disputa no detendrán esta tendencia, la agravarán.
El grueso del interés occidental en Irán está motivado por la espera anticipada del retorno de las exportaciones –alimentar el consumo– más que por la inversión directa.
Miremos a Alemania, por ejemplo, que incluso durante el reciente embargo petrolero exportó alrededor de 3.000 millones de dólares en bienes a Irán. A pesar de las visitas recientes de delegaciones comerciales, “la mayoría de compañías intentarán probablemente evitar construir sus instalaciones productivas en el país”, afirma Hubertus Bardt, del Instituto de la Economía Alemana. En otras palabras, presionarán en primer lugar por vender más bienes a Irán en vez de prometer inversión directa.
Pero tras décadas de mal manejo económico el poder de compra del consumidor iraní promedio se ha visto drásticamente reducido. Si alguna vez hubo algo parecido a una clase media en Irán, ya ha sido diezmada casi en su totalidad.
En 2012 la actividad económica de Irán se redujo un 6,8%, incluso antes de las nuevas sanciones impuestas ese año. La contracción no tiene precedentes en la historia iraní y ha producido consecuencias irreversibles. Tras años de verse mimado por los crecientes precios del petróleo, ahora Irán tiene serios problemas. La economía, que no está ni siquiera moderadamente industrializada, necesita un crecimiento de un 6% para superar la recesión actual. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, Irán necesita que el precio del barril de petróleo alcance al menos los 100 dólares para equilibrar sus presupuestos.
Los impases económicos han inflado la ya creciente tasa de desempleados en Irán hasta los seis millones de parados y se espera que llegue a 10. Los medios y funcionarios oficiales han señalado que el desempleo juvenil ha llegado a un nivel que califican de “crítico” al haber alcanzado el 24%, algo más del doble de la tasa general que ronda el 10%. Para las mujeres asciende al 43%.
Durante los últimos 25 años la tasa de inflación no ha pasado del 25%, En la última década, sin embargo, la tasa oficial llegó hasta el 40%, con observadores independientes ubicándola cerca del 60%.
Irán necesita inversiones masivas para invertir la curva. En ausencia de una economía doméstica robusta, aquellas solo se pueden obtener de fuerzas externas.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) tiene un monopolio gigantesco –equivalente a alrededor del 50% del PBI– sobre la economía iraní Las diversas empresas comerciales del CGRI están exentas de impuestos, con un importante porcentaje de sus ganancias invertidas en financiar aventuras externas incluyendo Siria, Yemen e Irak. Teherán está gastando miles de millones de dólares al año para apuntalar al dictador sirio Bashar al-Assad, según señalaron el pasado junio el enviado de la ONU a Siria y otros expertos externos. Se espera que esta tendencia aumente tras el levantamiento de las sanciones.
El acuerdo de julio ha allanado el camino para levantar las sanciones, pero las promesas de potenciales enormes ganancias económicas en Occidente son extremadamente exageradas. Un cambio de juego en los intercambios comerciales con Irán es radicalmente poco realista, al menos en el corto y mediano plazo.
Vínculos económicos significativos –y, por extensión, una aproximación– con Irán requieren una revisión masiva de su economía así como un cambio político y estabilidad. A lo largo de su tumultuosa vida, la teocracia ha proyectado su poder gracias a tres pilares principales: represión doméstica, exportación del terror y búsqueda de armas nucleares. Con el tercer elemento ahora bloqueado al menos temporalmente, el Líder Supremo de Teherán, Ali Khamenei, tendrá que reforzar los otros dos, lo que agravará las luchas políticas y aumentará la inestabilidad.
Como era de esperar, Khamenei ha insistido en que Irán no abandonará a sus “amigos” regionales y que bloqueará cualquier infiltración occidental y, especialmente, norteamericana. Por su parte, funcionarios occidentales, como el vicecanciller alemán y ministro de Economía, Sigmar Gabriel, que visitó Irán recientemente, han urgido a Teherán cambiar sus políticas como precondición para desarrollar lazos comerciales. “Cuestionar el derecho del Estado (Israel) a existir es algo que nosotros los alemanes no podemos aceptar”, dijo Sigmar Gabriel en su visita.
El actual gobierno de Hasán Rouhani no desea y no puede actuar como precursor de reformas económicas de verdad, lo que significaría cambios políticos que amenazarían la misma existencia del régimen. Khamenei y el CGRI continuarán haciendo crecer sus enormes imperios financieros. Los satélites terroristas como Hezbolá y otros continuarán beneficiándose de su generosidad. Y las posturas de Teherán son, por el contrario, teatro político más que genuinos intentos de cambiar.
Apostar a los dirigentes teocráticos de Teherán, que van contra las demandas populares, es apostar al caballo perdedor. Los que quieren ver el acuerdo nuclear como un potencial elemento de cambio para una transformación fundamental en Teherán están seriamente equivocados.
AUTOR
Mohammad Amin
Investigador de la Fondation d’Etudes pour le Moyen Orient-FEMO en París (Fundación para los Estudios del Medio Oriente).