En la madrugada del pasado 7 de enero, el régimen asesino de Irán ahorcó a dos jóvenes manifestantes: Mohammad Mehdi Karami y Mohammad Hosseini. Pero lo que el régimen concibió como una herramienta táctica para reprimir a la sociedad fracasó, pues las protestas persistieron dentro y fuera de Irán.
Los iraníes salieron a las calles de Teherán y otras ciudades una vez más cantando consignas contra el régimen. Jóvenes desafiantes llenaron las paredes del país con grafitis, prometiendo continuar la lucha de Karami, Hosseini y 750 mártires del levantamiento nacional.
Los iraníes amantes de la libertad en docenas de ciudades de Europa, Canadá y los Estados Unidos realizaron mítines para rendir homenaje a Mehdi y Mohammad. Corearon lemas como “por nuestros queridos compañeros de sangre, continuaremos hasta el final”.
El asesinato estatal de Karami y Hosseini fue ampliamente condenado por los gobiernos y legisladores occidentales, y estos últimos en algunos países pidieron cortar los lazos con la teocracia gobernante y pedirle cuentas.
Los dos mártires fueron arrestados hace un mes y severamente torturados, con el objetivo de extraerles confesiones falsas. Fueron acusados de matar a un miembro de la fuerza de seguridad, Ruhollah Ajamian, en una farsa de juicio sin tener acceso a un abogado. Fueron acusados de “Moharebeh” o hacer la guerra a Dios, una sentencia que en su mayoría se castiga con la muerte y no se puede apelar.
Karami y Hosseini retratan a la perfección a una nación oprimida. Ambos eran de familias pobres y protestaron contra un régimen que los privó de su parte de los recursos del país, pero fueron arrestados y ejecutados por reclamar sus derechos.
If the mullahs think #IranRevolution can be stopped through repression, torture, and execution, they are gravely mistaken. Our people's response to suppression and killings-Khamenei’s main tool for preserving power, is #Iranprotests & the regime’s overthrow pic.twitter.com/NxiZBfpT7V
— Maryam Rajavi (@Maryam_Rajavi) January 7, 2023
Este crimen ocurrió unas semanas después de la ejecución de Mohsen Shekari y Majid Reza Rahnavard. El líder supremo del régimen, Ali Jamenei, ordenó estas ejecuciones en un intento de intimidar a la sociedad. Pero fracasó pues las protestas continúan. Sin embargo estos ahorcamientos causaron mucho revuelo al interior del régimen.
Muchos funcionarios del régimen y medios estatales han estado advirtiendo sobre las posibles consecuencias internacionales y nacionales de estas ejecuciones. “No podemos ejecutar libre y abiertamente como antes”, advirtió el diario estatal Farhikhtegan el 10 de diciembre de 2022, tras la ejecución de Mohsen Shekari.
#Iranian regime's Supreme Leader has called on senior state officials to support police brutality and take a stance against #IranRevoIution. Watch and judge the reaction he received and what that means for the regime's future. pic.twitter.com/GzGtzUo0YV
— NCRI-FAC (@iran_policy) October 24, 2022
“No todos los acusados de Moharebeh deberían ser ejecutados”, dijo el 11 de diciembre Morteza Moghtadai, un clérigo de alto rango y exjefe de la corte suprema, según el sitio web estatal Khabaronline.
“Si te preocupas por mantener el poder, ten en cuenta que no puedes fortalecer tu gobierno ahorcando. Si te importa salvaguardar el sistema, pregúntate: ¿por qué la gente protesta contra nosotros? ¿Qué hemos hecho para que los jóvenes sigan saliendo a la calle después de tres meses?” escribió Fazel Meibodi, otro maestro de seminario, el 11 de diciembre, según el Sarpoosh estatal.
Menos de 24 horas después del ahorcamiento de Karami y Hosseini, Mohsen Borhani, un abogado y experto afiliado al estado, argumentó que no deberían haber sido ejecutados. “Mohammad Mehdi Karami y Seyed Mohammad Hosseini no cometieron un asesinato premeditado. Ajamian fue golpeado por más de 20 personas. ¿De quién fue el golpe que causó su muerte? Nadie sabe. Entonces, estamos frente a un homicidio sin asesino específico, y los acusados deberían haber pagado solo una compensación económica”, escribió en Twitter el 7 de enero.
En otras palabras, incluso bajo el código penal medieval del régimen, Mohammad Mehdi Karami y Mohammad Hosseini no deberían haber sido ejecutados. Jamenei lo sabía, pero ordenó su ejecución.
Las protestas se han transformado en una revolución, y Jamenei ve la caída de su régimen en el horizonte, por lo que trata de intimidar a la gente y levantar la moral de sus fuerzas desmoralizadas, que son testigos de la valentía de la gente a pesar de la represión en curso.
Además, las violaciones de los derechos humanos son parte inseparable del régimen genocida, ya que no puede continuar su vida sin ejecuciones. Los abusos a los derechos humanos, el terrorismo y las armas nucleares no son planes contingentes, sino que forman parte del ADN del régimen.
La vulnerabilidad central del régimen, que estimula sus orientaciones estratégicas, se deriva de su ilegitimidad histórica, política, religiosa y social en casa. Privado de una base popular a nivel nacional, el régimen navega en aguas inestables. Por lo tanto, recurre a más violaciones de derechos humanos.
Sin embargo, Jamenei hasta ahora no ha logrado reprimir a la sociedad y controlar la situación, por lo que optó por utilizar las ejecuciones como arma, pero lo que hizo en realidad fue darse un tiro en el pie.
La comunidad mundial debería comprender que estos asesinatos de Estado reflejan la absoluta debilidad del régimen. La comunidad internacional debe ir más allá de las condenas verbales de las violaciones de derechos humanos en Irán. Estas condenas permiten que los criminales que gobiernan Irán continúen con su ola de asesinatos con impunidad. Las democracias occidentales deberían cortar todos los lazos con el régimen y reconocer el derecho del pueblo iraní a la autodefensa.