En su artículo del 9 de octubre para American Thinker, Shahriar Kia cuenta que el 10 de octubre se celebra el 14avo Día Mundial Contra la Pena de Muerte. En todo el mundo se realizarán eventos apoyando la abolición de esta práctica. A pesar de que se lograron pasos importantes en el 2015, en el que 169 de los 193 países miembros de Naciones Unidas no registraron ninguna ejecución, debemos concientizar sobre la realidad de países donde la situación de derechos humanos se ha deteriorado y la aplicación de la pena capital ha continuado.
Kia se preocupa especialmente por Irán donde más de 1000 personas han sido ejecutadas en el último año. El régimen envió a la horca a 27 personas en tres días apenas, la semana pasada. Sólo esos días en Irán superan ya las cifras anuales de la mayoría de países que todavía ejercen la pena capital. Irán permite aún que sean ejecutados menores infractores y hoy una joven mujer se convertirá en un caso más.
Kia afirma: “y aún mucho más ocurre discretamente”.
El régimen clerical en Irán tiene una historia de 38 años de violaciones a los derechos humanos, que datan de la masacre de verano de 1988 en la que más de 30 mil prisioneros políticos fueron asesinado en el lapso de apenas unos meses. La masacre fue el producto de una orden de Jomeini, fundador y entonces supremo líder del régimen iraní, quien ordenó en una fatwa que todo miembro de la oposición debía ser ejecutado a menos que se arrepintiese y rechazara sus ideas de libertad y democracia. La Organización de Muyahidines del Pueblo de Irán (OMPI), principal grupo de oposición, fue el principal objetivo.
Durante la masacre de 1988 un grupo de cuatro clérigos fueron nominados para lo que después se conocería como “el comité de la muerte”. Llevaban a cabo juicios muy cortos, de algunos minutos, en las prisiones en las que se sellaba la suerte de los internos, muchos de ellos ejecutados simplemente por haber asistido a eventos o haber distribuido periódicos de la OMPI.
La OMPI continúa hasta hoy luchando por establecer un gobierno libre, democrático y secular en Irán. Han tenido un rol clave en exponer el programa nuclear ilícito del régimen iraní y sus aventuras terroristas en la región de Oriente Medio.
El fallecido Ayatolá Montazeri, heredero designado de Jomeini en ese momento, condenó las ejecuciones como “el mayor crimen de la historia de la República Islámica”. Montazeri fue destituido posteriormente de su posición y sentenciado a arresto domiciliario por el resto de su vida por haber hablado desde su consciencia. Sus declaraciones pueden escucharse en una grabación recientemente publicada.
Según Kia “las Naciones Unidas y la comunidad internacional han hecho poco para dar luz y castigar este crimen contra la humanidad que es comparado al genocidio de Srebrenica. Es más, los perpetradores de esta atrocidad continúan en posiciones de poder en Irán y cometen sus crímenes con impunidad”. Pone como ejemplo a Mostafa Pourmohammadi, uno de los miembros líderes del famoso Comité de la Muerte. Pourmohammadi ahora sirve como ministro de justicia en la administración de Hasán Rouhani, la figura “moderada” del régimen iraní.
Kia también está preocupado por “los actuales esfuerzos hechos para renovar los lazos con Irán y reintegrar al régimen iraní al a comunidad internacional tras años de aislamiento y animosidad lo que solo llevará a que los mulás en el poder sean más descarados en sus crímenes contra el pueblo iraní”.
En los últimos meses ha sido lanzada una campaña internacional con la intención de llevar ante la justicia a los responsables de la masacre de 1988 y a terminar con la persecución de los disidentes políticos. El movimiento continúa recibiendo apoyos de políticos y activistas de todo el mundo así como del Congreso norteamericano. Una resolución presentada en la Cámara de Representantes el 21 de septiembre por el presidente del comité de seguridad nacional Mike McCaul pide condenar al régimen iraní por la masacre de prisioneros políticos en 1988 y pide justicia por los familiares de las víctimas.
“Esto señala la necesidad de permanecer guardianes de los valores fundamentales que han sido ganados y por los que se ha derramado tanta sangre en décadas y siglos de la historia humana. Crímenes contra la humanidad como la masacre de 1988 y la continua violación a los derechos humanos en Irán no pueden ser olvidados o ignorados para lograr beneficios económicos o políticos. Los perpetradores deben ser llevados ante la justicia y cualquier relación con el régimen iraní debe pedir una mejora en las condiciones de derechos humanos en Irán”, escribe Kia quien agrega: “así que mientras celebramos y conmemoramos los esfuerzos para abolir la pena de muerte, debemos también recordar que todavía queda mucho por hacer”.