Por MARÍA VALDERRAMA
El próximo 30 de junio es la fecha límite para sellar las negociaciones nucleares que tienen lugar entre las autoridades iraníes y el G 5+1, formado por EEUU, Rusia, Alemania, Francia, Reino Unido y China. Por primera vez desde que comenzaron las conversaciones en 2013, ambas partes parecen encontrar puntos en común y el acuerdo podría ser una realidad en pocas semanas. Las sanciones económicas que la comunidad internacional ha impuesto al régimen Islámico desde que se descubriera en 2002 que el país mantiene un programa nuclear secreto desde los años ochenta, no han servido de nada hasta el momento y, con Estados Unidos dispuesto a ceder en ciertos aspectos el panorama parece favorable al entendimiento. Aunque Irán insiste en que la producción de Uranio es únicamente para fines civiles, EEUU, la Unión Europea, Israel y los países árabes vecinos dudan y prefieren evitar el riesgo. De momento, el acuerdo se basará en una serie de limitaciones temporales que permitan reaccionar en caso de que el país decida crear una bomba pero el país seguirá manteniendo sus planes nucleares.
En este contexto, el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (NCRI por sus siglas en inglés), la oposición en el exilio, creado en 1981 por Massoud Rajavi, líder del movimiento de resistancia iraní, organizó el 12 y 13 de junio en París un acto como protesta a la firma de los acuerdos bajo el título “Unidos contra el fundamentalismo y el terrorismo Islámico”. A esta organización, que ha funcionado como gobierno en el exilio desde la caída del Sha en 1979, se le sumaron activistas y políticos de los cinco continentes como el antiguo ministro de Asuntos Extranjeros de Francia, Bernard Kouchner, Louis Freeh, exdirector del FBI, y James Woolsey, ex director de la CIA.
“IRÁN TIENE PARTE DE LA RESPONSABILIDAD DEL LEVANTAMIENTO DEL ESTADO ISLÁMICO, FACILITADO POR AL ASAD Y AL MALIKI PARA APARTAR EL FOCO DE SUS PROPIAS ACCIONES”, DEFIENDE LA OPOSICIÓN EN EL EXILIO.
El NCRI culpa directamente al régimen islámico de la inestabilidad que vive Oriente Medio, una maniobra que responde a la intención de evitar el levantamiento de fuerzas democráticas como sucedió en la Primavera Persa de 2009. “Irán tiene parte de la responsabilidad del alzamiento del ISIS”, señalan en un comunicado firmado por una treintena de políticos de distintos países, “este fenómeno fue cínicamente facilitado por el dictador sirio Bashar al Assad y el Primer Ministro de Irak Nouri al-Maliki para apartar el foco de sus propias acciones, respaldadas por Irán y de las que venimos varios años advirtiendo”.
En esta misma línea, y criticando las concesiones del G5+1, James Wolsey opina que, al contrario de lo que señalan algunas fuentes favorables a las negociaciones, las sanciones económicas sí tienen consecuencias en la política de Irán “y es por ello que han vuelto a negociar”. “La teoría de que si presionamos mucho Irán dejará las conversaciones no se sostiene”, añade.
A pesar de que desde el NCRI valoran la posición que los gobiernos de Estados Unidos, tanto republicanos como demócratas, han establecido tradicionalmente con Irán que desde la toma de su embajada en Teherán al principio de la revolución cortó todas las relaciones diplomáticas, algunos de los ponentes a las conferencias se muestran críticos con la actitud del gabinete de Obama. “Veo a EEUU en una posición de debilidad en la mesa de negociaciones”, comenta Linda Chávez, que trabajó en la Casa Blanca durante la presidencia de Ronald Reagan. “Obama creyó que con su inteligencia sería capaz de persuadir a Castro o a los líderes de Irán de sus malas acciones pero se equivoca. La imagen de EEUU es peor desde que él llegó a la Casa Blanca”, señala tajante Chávez.
Tanto la resistencia iraní como los ponentes coinciden en que la base del problema de estas negociaciones es la dictadura que vive el país, “no podemos esperar ni empatía ni transparencia por su parte”, según las palabras de Olli Heinonen, profesor de Relaciones Internacionales en Harvard.
El Consejo hace además una serie de recomendaciones para las negociaciones que espera que las potencias implicadas tengan en cuenta:
En primer lugar, y aunque se muestran a favor de una solución pacífica, cuestionan que hacer concesiones sea la postura apropiada e insisten en la “negación rotunda” de cualquier potencial oportunidad de crear una bomba atómica. “Además”, apuntan, “los gobiernos occidentales deben aclarar que supone la cláusula de Posible Dimensión Militar [PMD por sus siglas en inglés], antes de que se firme ningún tratado”.
En segundo lugar, piden que no se cuente con Irán en las intervenciones militares en la región bajo el pretexto de luchar contra el ISIS. “Irán ha sido el principal motor de extensión del extremismo y fundamentalismo Islámico, globalmente reconocido como el principal patrocinador del terrorismo. El éxito de una estabilización a largo plazo en la región depende de la interferencia cínica y destructiva del régimen en Siria, Irak, Líbano, Yemen y otros países”, denuncian desde el NCRI.
Además, la resistencia iraní pide que occidente tome más en serio la vigilancia de los abusos de derechos humanos que comete el gobierno iraní y que se de respuesta a los deseos de democracia y libertad de los ciudadanos iraníes.
Las peticiones del NCRI vagan entre la indignación y la esperanza de que, a finales de mes, el G5+1 no asuma que un Irán democrático y no nuclear es un sueño imposible: “no es imposible, al contrario, es la única forma de estabilizar el futuro de la región”. “Necesitamos alinear nuestras políticas con nuestros principios, y hay que empezar escuchando las voces de los iraníes, muchos de los cuales llevan esperando más de tres décadas mientras sus seres queridos son torturados y asesinados en las prisiones del Mulá, confiando aún en la promesa de América”.